Música: Esa estrella era mi lujo - SKAY en el Malvinas

style="float: right; margin-bottom: 10px; font-weight: 600;"Fri 3rd Jul, 2015

"Esa estrella era mi lujo"

 

Nada nuevo bajo el Sol, pero lo que hay es una fiesta.

Nueva presentación de Skay & Los Fakires en el microestadio Malvinas Argentinas.

El Golem de Paternal volvió al barrio después de tres años. Y si bien la convocatoria no era la presentación de un nuevo disco o el inicio de una gira a nivel nacional, el recital en el Malvinas sirvió para mantener viva la llama entre el flaco, su banda de faquires y el público fiel y seguidor desde los días de aquél Rey Patricio, ya lejano en el tiempo pero imborrable en la mente y corazón de "las bandas", que pese a saber ya hoy en día, en qué términos se disolvieron los Redondos por la información que se cuenta en la actualidad (por caso vale mencionar las recopilaciones periodísticas publicadas en el libro "Patricio Rey & Sus Redonditos de Ricota. Fuimos Reyes" de Pablo Perantuono y Mariano del Mazo, de reciente aparición en nuestro medio), la monada sigue insistiendo con sus cantitos, ilusionados en que algún día, tarde o temprano volverán a ver reunidos a los Redondos sobre un escenario.

Más allá de los deseos, el estadio de la Paternal lucía a full el sábado a la noche, pese a la persistente lluvia del fin de semana sobre Buenos Aires. Paradojas que, como en el fútbol, las huestes ricoteras no reparan en nimiedades como el factor clima reinante. Y está bien que así sea.

 

La música y la oportunidad de ver a Skay, uno de los 10 mejores guitarristas de rock del país, y su banda, no iba a quedar truncada por la lluvia o el frio.

A Skay le gusta tocar, no hay otra incógnita guardada. Y tocar en vivo es lo que lo mantiene en permanente feed-back con su público. Esa relación artista-público la tiene intacta desde el primer dia, en gran parte por su carisma, por su pasado obviamente, su música, por su maestría sobre la guitarra eléctrica pero por sobre todas las cosas por este presente exitoso por el que está pasando el flaco desde el inicio de su carrera como solista en la que ya han transcurrido trece años.

 

Impactante puesta en escena. Luces, sonido, enormes pantallas de video en HD a cada lado del escenario, reflejando lo que varias cámaras diseminadas por todo el estadio captan en todo momento lo que sucede en el escenario, en el campo, en la platea, con primeros planos incluidos, en glorioso "technicolor" y en bellísimo blanco y negro, y con una definición de la hostia, tío.

La planta de luces no se queda atrás entre el andamiaje y los Leds computarizados más las robóticas.  Sumado al marco que dan las casi 9000 almas que colman "el Malvinas", ofrecen una escena que nada tiene que envidiar de artistas internacionales, por ejemplo.

Una superproducción donde se nota la muñeca profesional de la negra Poly en estas lídes, como cada vez que la banda se presenta en este estadio. Todo sale redondito y no hay detalle que quede sin chequear, salvo un imprevisto en que casi al final del recital la Gibson SG de Skay no quiso sonar más y sin hacerse problema alguno, el flaco la dejó de lado en manos de un plomo para asumirse solo como cantante y finalizar el tema.

Casi dos horas de show que dio inicio cerca de las diez de la noche con dos temas al hilo "Lluvia sobre Bagdad" y "Territorio Caníbal".

Skay & Los Fakires suenan compactos, un sonido prolijamente ecualizado destacando la viola del capitán que comanda la nave. La banda (ha cambiado de nombre en estos años pero mantiene a los mismos músicos) sabe a la perfección cada yeite y los riffs con qué cargar y con qué matizar, y eso lo dan los años de estar juntos los mismos integrantes sin interferencias ajenas. 

 

Fakires en celo

Topo Espíndola en batería, un  batero excepcional, con un "punch" poderoso e impactante, es un relojito suizo. Claudio Quartero en bajo, preciso e infalible; Oscar Reyna en guitarra, quien tiene el privilegio de compartir con Skay algunos solos de  guitarra, destacándose con el slide. Y Javier "el Imaginario" Lecumberry en teclados, quien aporta sonidos de lo más variados desde las blancas y negras, realzando las armonías que dan las cuerdas. Todos ellos sostienen musicalmente a Skay en el escenario, pero al mismo tiempo y fuera de los faquires, cada uno de ellos tiene su proyecto individual con su propio grupo con quienes vienen batallando de larga data en el ámbito local.

Siguieron con un tándem uy bien seleccionado con "Suelo Chamán"; "Ya lo sabes" y "Cicatrices" para luego arremeter con "Arriba el Telón", "Aves Migratorias" y "Tu Sombra Golondrina", de los distintos discos editados por la banda para cerrar la primera parte con un clásico de Patricio Rey como "jijiji" desatando el pogo más grande y el delirio de todos.

 

Tras un breve intervalo vuelve el flaco solo con su guitarra acústica para hacer un set más íntimo y cargar primero con dos en uno: "Superlógico/La bestia pop": "Ahi van los machos para consumar .Una hermosa dotación vital. Superlógico! ­Si! ­Si! ­Si! El club de mantis muy nervioso está. Esas hembras no son dulces no. Superlógico! ­Si! ­Si! ­Si! .Tal orgía van a banquetear. Sin descanso van a devorar. Superlógico! ­Si! ­Si! ­Si! .El rostro se comienza a afiebrar. Esas hembras no son dulces no. Superlógico! ­Si! ­Si! ­Si!". Y....

 

"A brillar mi amor, vamos a brillar mi amor"

Todas las luces todas son para Skay, y tras cartón "Paria" para cerrar el set acústico.

Ya con todos nuevamente en el escenario siguieron con clásicos de la banda tales como "Luna en Fez", "Tal vez mañana"; "Falenas en celo"; "Astrolabio" (qué temazo) con un nuevo arreglo hacia el final del mismo; y otra perlita de los Redondos "Esa Estrella era mi lujo" para delirio de las huestes ricoteras, una versión impresionante, seguida de "Flores secas"; "El Redentor Secreto" y finalizar con "Oda a la Sin nombre".

Los bises vinieron de la mano de "El Pozo de la Serpiente" y "Lejos de casa" y hasta ahí lo tenían programado pero dado el reclamo de "las bandas" cerraron definitivamente la noche con "El Sueño del Jinete": Ésta es la historia, la historia de un hombre común, que un día mirando hacia el cielo lo deslumbró una señal. Buscó un madero gastado que el río le regaló.
Talló un caballo con alas de fuego y una estrella le pintó. Con su sombrero de plumas y una capa de brillo lunar partió una noche con su caballo. Un punto en la inmensidad. Borró sus huellas aquel jinete nadie supo más de él. Dicen que anda galopando el cielo montando su brioso corcel. Ahí va, por las estrellas va, ahí va.

 

 

Gustosamente me sentaría a tomar un café con Eduardo Beilinson (a veces, en verdad tengo la suerte de hacerlo). ¿Y vos?


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